Ekaitza hodei zuriko fabrikan – Tormenta en la fábrica de nubes blancas. Porcelana.14 x 16 x 20 cm. (2013)
La primera vez que la vi me llamó la atención aquel pelo rubio alborotado y la mirada aturdida en su cara, se acercaba hacia mi, desgarbada y dando unas zancadas que parecía que iba a despegar. Fue al poco de llegar al pueblo donde ahora vivo.
Recuerdo bien aquel día porque al saludarle con un simple movimiento de mi barbilla, me respondió arremangándose, con briosos y exagerados ademanes, agitando los brazos, las piernas a la vez y sin detenerse siguió rápida su camino. No entendí nada. Me sorprendió más cuando a los pocos segundos, se arrancó un remolino que levantó en un segundo, toda la hojarasca del camino. Me quedé pasmado. Enseguida pregunté a los vecinos y ya me lo aclararon; era una diosa conocida por «tododios» en el valle. Me dijeron que le daban unos «arrebatos del copón» y que era capaz de armar semejantes revuelos que «se sintiera que el cielo se pudiera desplomar sobre las cabezas de las personas, de los animales y de las casas».
Con el tiempo fui sabiendo que llevaba, entre otros, el tema de «FUERZAS DE LA NATURALEZA», me interesó mucho el asunto y con mucha paciencia, a base de vernos por ahí, me he ido ganando cierta confianza. De vez en cuando, sin abusar, le pido que me monte un buen temporal, de viento y nieve, a mi me gustan mucho y ella se desahoga un poco.
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